domingo, 19 de abril de 2009

José Luis Sterne



Mientras se arregla, Gaby ve en su espejo la notita de José Luis. La frase de Paul Auster vista tantas veces, hoy adquiere un significado nuevo: “Todo puede cambiar en cualquier momento, de repente y para siempre.”

José Luis le escribió la frase la última vez que se vieron. Habían pasado la noche juntos como cada vez que Gaby iba a México o José Luis a Puebla desde hacía dos años. ¿Cómo se habían vuelto amantes la amiga incondicional de la “promesa de la literatura femenina mexicana” Victoria Larrea y el escritor peruano José Luis Sterne? Fue precisamente Victoria quien los presentó e inmediatamente surgió entre ellos una complicidad asombrosa. Cuando estaba con él, Gaby podía ser plenamente ella, lejos de las sombras de Nico y Victoria que normalmente la opacaban; no había presiones por fingir, por ocultar las cosas. Gaby y José Luis se conocían perfectamente, sabían qué le pasaba al otro sin hablar, se complementaban sexualmente, pero sus defectos eran tan parecidos que eran incapaces de estar juntos más de un par de días sin acabar en un pleito monumental. Grandes amigos, perfectos amantes que sabían bien que nunca pasarían de eso, ni lo pretendían.

Gaby pensó que José Luis debería estar por regresar. La presentación del libro en la Ciudad de México se había cancelado por el accidente de Victoria, pero antes del funeral se tuvo que ir a una gira para promocionar su última novela en Iberoamérica. También se iba a quedar unos días en Lima para visitar a su vieja tía (el único pariente que le quedaba en Perú) y a la familia de una antigua novia que se había muerto repentinamente unos días antes de su boda. José Luis se había ido del Perú –como le llamaba él– huyendo del dolor y los recuerdos y la larga huída lo había llevado a México hacía tres años.

Gaby, pensando en voz alta como hacía con frecuencia –clara secuela de tantos años de vivir sola– dijo: “Qué razón tenías, José. Yo me reí de la aparente obviedad de lo que habías escrito y tú me dijiste que en cualquier momento podría adquirir un significado completamente nuevo. Pues ya lo tienes, seguro nunca pensaste que sería tan pronto.” Acababa de llegar a su oficina cuando Anabel, su secretaria, le pasó la llamada. La voz de José Luis hizo que la soledad y la desolación que la rondaban en los últimos días le resultaran insoportables.

–Gabriela, recién volví anoche y esta mañana en un desayuno con gente de la editorial supe lo de Nico, ¿cómo estás?

–Muy mal, realmente todo cambió para siempre pero no sólo en un instante, mi vida cambia y cambia y cambia. Parece que cada día hay un nuevo acontecimiento, una nueva revelación con el sólo objeto de transformar mi mundo, de convertirme en una persona nueva.

–¿Quieres que vaya? – Preguntó José Luis respetando el acuerdo de nunca invadir el espacio del otro sin previa autorización.

– ¡Por favor! Realmente necesito poner en orden mis ideas y sé bien que en este momento no podría hacerlo sola. A ratos siento que alguien, o quizá incluso más de una persona, con un retorcido sentido del humor se empeñara en convertir mi vida en una mala telenovela.

–Tranquila, ya me contarás todo más tarde. ¿Te parece bien que llegue a comer?

–Sí, me parece perfecto. Creo que podré tomarme la tarde libre. Mi jefa lleva semanas diciéndome que me tome más tiempo y le dará gusto que por fin le haga caso. ¿Nos vemos en mi departamento? No me vayas a dejar plantada. Te juro que esto es más truculento que una novela de Victoria, más extraño que todos tus cuentos juntos.

–Ahí estaré.

Esa misma tarde, Gaby hace un esfuerzo extraordinario por contar de un modo inteligible los acontecimientos de las últimas semanas. José Luis la escucha atentamente interrumpiéndola un par de veces para pedirle más detalles. Oyen tres veces la cinta con la voz de Nico y Gaby termina ahogada en llanto en los brazos de José Luis, quien la consuela en silencio durante varios minutos antes de hablar lenta y enfáticamente.

–Definitivamente, la historia tiene muchos cabos sueltos. No debes abandonar la imagen que tienes de Nico y Victoria ni emitir una nueva opinión hasta que hayamos entendido un poco más. Hay muchas cosas que no me gustan: La grabación de Nico, realmente parece que está leyendo un guión, fíjate, hasta se atora en algunas palabras. Y Lucero, realmente no tiene sentido que si Victoria fue tan importante en su vida y Nico, quien detrozó su felicidad ¿por qué fue al velorio de Nico y no al de Victoria? Lo que Lucero cuenta de sí misma no coincide con lo que Victoria me dijo la única vez que la mencionó. No sé si sea por ser escritor o porque ya se me subió la tinta al cerebro como me has dicho más de una vez, pero realmente me parece que Lucero se está comportando como personaje. Que te haya citado en el muelle de la Laguna de San Baltazar para darte una grabación que ella no debería tener y sin haberte explicado por qué la tenía, parece demasiada ficción ¿o no? Necesitamos saber quién está narrando esta historia, quién mueve los hilos de Lucero y sus historias sórdidas… ¿Qué pasó con la casa de Victoria, con su diario, con su computadora? ¿Y la familia de Nico? Nunca me dijiste si su hermana vino al funeral. ¿Decidió Laura volver a este país y a esta ciudad a pesar de haber jurado el verano pasado no hacerlo nunca más?

–¿Y lo de anoche? Te juro que fue el sueño más real que he tenido en mi vida.

–No lo sé, pero no pienso dejarte sola hasta que hayamos entendido todo. Ya le pedí a mi agente que cancele todas mis presentaciones en los próximos días. Pienso dedicarte y dedicarle a Victoria todo el tiempo necesario para descifrar esta novela.

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