jueves, 23 de abril de 2009

El día exacto no lo sé, llevo semanas encerradas escribiendo. Pero del mes sí estoy segura y con las lluvias de los últimos días… Estamos en Junio sin duda. Junio de 2007.
He pasado todo el día con Lucero. Ahora no puedo dormir pensando en lo mucho que me ha recordado ese capítulo de Rayuela en el que la Maga explica por qué no le da buena espina madame Iréne… ¿Era el 32? Sí, era ese…
“Ella dice que todo está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar.”
Hoy descubrí ese gesto suyo. Odio cuando noto algo así. Nunca más dejo de notarlo.
“Todo es tan raro , Rocamadour, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame Irene no te llama nunca por tu nombre, dice l´enfant, fíjate ni siquiera dice le gosse, dice l´enfant, es como si se pusiera guantes de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno y tan bonito.”
Cortázar, Cortázar.
Por qué no puedo sólo quedarme con los bonitos labios de Lucero. Por qué no veo sólo eso.
Hoy odié ese gesto.
Parece que la lluvia no me trae buena suerte.

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