lunes, 30 de marzo de 2009

Nicolás era carcomido por sus recuerdos, los días eran largos y las noches tormentosas la oscuridad acompañaba su pena, solo el alcohol lograba tranquilizarlo, pero como lo había prometido, era hora de salir de esa espiral que lo absorbía. Dejo el alcohol, y los demonios dentro de su cabeza ganaron terreno, no dejaba de seguir a Victoria en sus sueños, de verla en las vacías calles, de oler su perfume, perfume que se volvía más penetrante con el transcurso del tiempo.
Perdía la cordura, pues en su mente regresaban las terribles escenas de la muerte de Victoria que se mostraban en todos los medios. Su cuerpo destrozado y convulsionante, daba sus últimas señales de vida, se podía ver una cara maltrecha, ensangrentada y desfigurada, sus entrañas se mostraban al público, aunque más impactante fue verla tendida en el suelo sin la parte inferior; la lluvia caía formando ríos de sangre bañando el cuerpo de Victoria, lavando sus heridas, purificando su alma inmortal.
Nico buscaba un lugar para refugiarse de las imágenes que lo trastornaban: las sabanas, el guardarropa, la cama, la bebida, los libros, pero todo era inútil. Después de unas cuantas horas y ya con los nervios más relajados acudió al baño, abrió la llave del agua caliente y se dispuso a llenar la bañera, quitó se sus ropas y se introdujo al agua caliente, tomo una navaja y corto sus muñecas, la sangre fluía y el agua se pintaba de carmesí, la llama de su vida de extinguía; ahora no sentía dolor, ni pena, nada, ahora se encontraba con su amada Victoria, solos ella y él rodeados de la oscuridad y del resplandor que emanaban sus siluetas.
Gabriela empezó a preocuparse, pues Nicolás no respondía sus llamadas, no devolvía los mensajes, de la última vez que hablaron ya hacían 8 días, apresurada fue a la casa de Nico, toco repetidas veces la puerta, llamo a un par de vecinos quienes tumbaron la puerta del domicilio, se desprendía un olor putrefacto, las moscas invadían la habitación, nadie quiso entrar por temor a encontrarse con lo peor, Gabriela armada de valor se tapo la nariz con un trapo húmedo y se introdujo entre el aroma y la pesadez del ambiente. Cuando entro al baño vio un cuerpo amorfo, descompuesto, ya se empezaba a fusionar con el agua que de carmesí paso a ser gris, un grito desgarrador se oyó por toda la casa…

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