viernes, 20 de marzo de 2009

Nico

Mucha lluvia. Mucho llanto. Mucho vodka. Nico pocas veces se sintió tan solo. Y nunca con una soledad de ese tipo: soledad acompañada de desconocidos. Lo único bueno es que no hacían tanto ruido. Y el silencio era siempre compañero de sus recuerdos…
Victoria y él se conocieron en el metro. Se veían a diario en la universidad; cursaban varias materias juntos, pero nunca se habían dirigido la palabra. Hasta esa tarde, lluviosa también por cierto, en la que coincidieron en el mismo vagón y a la misma hora. Había poca gente y el silencio los fue envolviendo en una atmósfera tan incómoda que no dudaron en romperla cuanto antes. Victoria tuvo la iniciativa. Nico no pudo disimular el gusto que le dio que lo hiciera.
-Mi papá también se llama Nicolás -dijo Victoria- sólo que él odiaba que le dijéramos “Nico”.
Una sonrisa cómplice, algunos comentarios al aire y varias estaciones de metro determinaron lo que sería el comienzo de la amistad entre Nico y Victoria. Los dos locos, los dos imitándose el uno al otro siempre, los dos melindrosos para comer. Los dos excelentes amigos. Amigos queriéndose siempre.

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