Salió por la puerta principal y decidió caminar un poco.
Las gotas de lluvia bañaban su rostro, mientras pensaba en ella. Extrañaba a aquella mujer que llenaba su vida de alegrías y tristezas, pensó en todo lo que nunca le confesó y todos los besos que no le dio. Caminó por todas esas calles repletas de recuerdos felices, aunque ahora le parecían tan vacías por la ausencia de su amada.
¿Qué es la muerte?, pensó. Algunas personas creen en una vida después de ésta, otros cuantos piensan en un cielo donde te encuentras con otros que al igual que tú, están muertos. Nico siempre pensó que la muerte se trataba de un gran vacío, un mundo oscuro donde los que se van no regresan, ni regresarán. Sin embargo, ahora esa idea de la muerte no parecía bastarle, no podía ser suficiente. ¿Cómo un ser tan extraordinario como Victoria se había ido sin volver más? ¿A dónde se había ido esa mujer llena de vida e ilusiones? ¿Dónde habían quedado todos esos sueños y anhelos, todas las historias que le faltaron por escribir, todo lo que le faltó por decir y hacer?, muchas preguntas pasaban por su mente, pero ninguna respuesta.
La muerte deja tantos cuestionamientos y nunca parece llegar una explicación que baste para llenar todos los vacíos que se dejan cuando el ser querido se va. Lo único que pareció reconfortarlo, fue la idea de recordar aquellos momentos que habían marcado su existencia, todos esos recuerdos cotidianos y simples pero que ahora significaban mucho más para él. Y de cierta forma, Victoria se había vuelto inmortal, ya que siempre estaría en la mente, recuerdos y sueños de Nico. Sólo hacía falta que él cerrara los ojos y ahí la encontraría, sonriendo, bailando, riendo, como él quisiera, pintandola totalmente a su manera.
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